jueves, 6 de enero de 2011

ALGUNAS NOTAS (INCOMPLETAS) SOBRE VENEZUELA BOLIVARIANA

(Escritas en el verano de 2010)

No es este un estudio académico ni riguroso. Tan solo algunas notas como resultado de nuestra presencia en tierras venezolanas, sumando algunos datos conseguidos por ahí, y algunas reflexiones ramificadas. Vale aclarar que el texto nunca lo terminé, hay mucho más de lo que hablar, muchas transformaciones y hechos históricos relevantes que ni se mencionan, pero ante la eterna postergación de su conclusión, le doy un cierre provisorio para compartir estas líneas con alguien más que mi computadora.

Las dos Venezuelas

Algunos dicen que Venezuela le debe su nombre a “pequeña Venecia”, porque así les pareció a los europeos que llegaron a Maracaibo, y vieron a los pueblos originarios que construían sus casas sobre el agua, en palafitos. Otros afirman que el nombre proviene de una lengua autóctona del lago de Maracaibo, y que significa “agua grande”.


Lo cierto es que ese lago iba a ser el protagonista de otro despojo. Bajo ese lago es que se encuentra el petróleo venezolano, que le iba a dar a los gobiernos del “Pacto de Punto Fijo” (un acuerdo entre los dos partidos políticos tradicionales que excluía a otros dos partidos del juego democrático), una enorme renta petrolera que iba a convertir a este país en la “Venezuela Saudí”, algo parecido a ser el granero del mundo. Las clases altas disfrutan de una renta extraordinaria y en lugar de invertirla en su país, viajan a Estados Unidos, donde derrochan sus ingresos en artículos de última generación que su propio país no está dispuesto a producir. Entre 1974 y 2000, la fuga de capitales se calcula entre 80 y 100 mil millones de dólares (1).

Venezuela son dos Venezuelas. Le pasó por encima un bombardeo que la fracturó. El bombardeo no consistía en misiles reales, sino misiles simbólicos y económicos. Imagínense a Menem y Cavallo, con todo ese petróleo bajo el brazo, y junto con eso, el país de las telenovelas y las miss universo, donde hoy puede verse, en las playas del caribe, a sus mujeres y hombres posando en fotos familiares como si fueran a ser publicadas en la tapa de playboy, o Caras. Muchas de esas playas merecen el adjetivo de paradisíacas, a no ser por el exceso de “civilización”: basura en la arena, sobre todo muchas botellas y latas; yates amarrados y detenidos allí a donde a uno le gustaría nadar; música que sale de los mismos yates. Lo mismo, de los autos y negocios en las calles, jugando a quien pone la música más fuerte, y quien la tiene más grande, la caja Pioneer. Hasta los colectivos más destartalados tienen sus 4 cajas Pioneer. La tecnología abunda.


Estamos hablando de una de las Venezuelas. La de los excesos. La de los ricos, acostumbrados a una riqueza muy fácil. Su petróleo es nuestro maíz, hoy nuestra soja, pero su producto mucho más caro, creo que mucho más estable, más rentable, eso sí: siempre muy rentable. La Venezuela de la clase media acomodada. Los que siempre se resisten a los cambios justos. La Venezuela que se ve en las calles, si uno no se adentra en la otra Venezuela, es la del extremo consumismo, la de la constante ostentación, la del individualismo feroz, la del sálvese quien pueda, y la de la corrupción a gran escala… 

La otra Venezuela y la construcción de poder popular

Nótese que el poder es un verbo: yo puedo, tu puedes, el presidente puede, el pueblo puede, el empresario puede, etc. Quién puede qué, esa es la cuestión fundamental de la política.

La otra Venezuela, de la que vamos a hablar ahora, puede pasar desapercibida por el turista, por el visitante distraído, incluso por el progre o entusiasta ingenuo que espera percibir el Socialismo más allá de las palabras al salir del aeropuerto. Venezuela no es Cuba. “El socialismo no se instaura en fecha fija” (así decía Gramsci si le preguntaban por la revolución rusa) y en Venezuela todavía están en sierra maestra, o aun bajando del Granma; pero están bajando que no es poco. Son otros tiempos, y también, otros los tiempos.

Las comparaciones hay que tomarlas con pinzas. Porque si aun estuvieran en el Granma, no existirían cambios verdaderos. Y los hay. Algo claro, es que el enemigo no está vencido. En Argentina también sabemos que ocupar la presidencia no es “tener” “el” “poder”. El pataleo mediático contra los gobiernos aumenta proporcionalmente a las transformaciones progresivas que se buscan impulsar y a los intereses que se tocan, multiplicado por el índice de monopolización de los medios.

Y se ve dónde está el poder, o mejor dicho, quién puede qué. ¿Hasta qué punto puede imponer su voluntad un grupo gobernante? Depende del poder, obvio, y de las bases del poder, no tan obvio. Si el poder está basado, pongámosle, en el apoyo de los medios concentrados y de los grupos económicos dominantes, será pues dependiente de estos sectores. Si estos sectores ven peligrar sus intereses, quitarán apoyo a ese gobierno, que si es inteligente, debe construir otra base de apoyo antes de enfrentarse a los poderosos. Nos recordaba un amigo venezolano una obviedad, una máxima de la guerra, también aplicable a la política. No vayas a dar una batalla que no podés ganar.

La construcción de poder popular es requisito indispensable para un proyecto transformador. Sólo el pueblo organizado, sólo el poder del pueblo organizado puede sostener las transformaciones necesarias para realizarse como pueblo, para ponerse de pie luego de siglos de atropellos. Y sobre todo, para enfrentar, con las palabras, con las leyes o las armaduras que sea necesario emplear (¡pero solo dando batallas ganables!), a los grupos dominantes que se aferran a sus medios de comunicación, a sus aparatos ideológicos -cuando perdieron los represivos-, para frenar los cambios.


La otra Venezuela, entonces, la de los “barrios”. “Barrio” en venezolano es el equivalente a “villa miseria” en argentino o “favela” en brasilero. En una sociedad tan fracturada son millones los que viven en los barrios. Los barrios son enormes conglomerados, no plenamente “urbanizados”. En Caracas, al menos, se sitúan mayormente en los cerros, que como nos hizo notar uno de nuestros anfitriones, no deben confundirse con las “cumbres”, que son exactamente los mismos accidentes geográficos, pero del lado donde pasa la avenida, donde las tierras son caras y la gente con plata se hizo la casita alejada de la vorágine del centro de la ciudad. Enfrente, en el cerro “Petare” por ejemplo, se levantan casas de material con ladrillo a la vista, o de chapa o de cartón: paredes levantadas por sus propietarios, más o menos precarias, una encima de la otra. Aquí vive más de un millón de personas. Esa Venezuela es la mayoritaria. A esa Venezuela no llegaba el Estado, no llegaba la atención sanitaria, tampoco las oportunidades educativas para su población. Es sobre todo para esta Venezuela que algo grande sucedió y está sucediendo.

Algo de historia

Primer punto de inflexión: el caracazo de 1989. Protagonistas: los barrios, hartos del despojo. En esa época el FMI visitaba Venezuela para ver si se hacían bien los deberes. El 16 de febrero de ese año, el presidente Carlos Andrés Pérez anunció un paquete de medidas económicas que fue premiado por el FMI con un préstamo-deuda externa de 4500 millones de dólares para los siguientes 3 años, y de 21 mil millones para los siguientes 7 años. El paquete contenía aumentos en las tarifas de los servicios públicos, incluido un aumento del 100% inicial en el precio del petróleo y del 30% en el transporte, eliminación de los aranceles a la importación, liberación de las tasas de interés, entre otras medidas de ajuste. El aumento del transporte desencadenó la furia de los caraqueños que utilizaban el transporte público para ir al trabajo. Los barrios enfurecieron y se desencadenó una gran revuelta urbana y popular con alto contenido de espontaneidad, que fue fuertemente reprimida, masacrada. Aun hoy no se sabe la cantidad de gente que murió asesinada por policías y militares.

Segunda bisagra, 1992, cuando fracasó el golpe de Estado de un grupo revolucionario del ejército, contra el gobierno neoliberal, saqueador, y de dudosa legitimidad democrática de Carlos Andrés Pérez. Allí emergió la figura de Chávez, quien fue a reconocer la derrota en vivo y por TV, le hablaba al pueblo, a los que nunca les hablaban por las cámaras, a los que no conocían la ventaja de ser ciudadano: educarse, sanarse… De allí a la cárcel, pero algo había cambiado. Había nacido un líder. Clarín tituló: “Sorprende el amplio apoyo popular que aparentemente tuvo la revuelta”. (1)

Puede uno arriesgarse a afirmar que la revuelta popular de 1989 y el golpe de Estado fallido de 1992, son las dos caras de una misma moneda que no se terminaba de acuñar. Una revuelta más bien espontánea, por un lado, que difícilmente puede encontrar buen puerto sin un movimiento nacional con aspiraciones de gobierno. Y un intento de golpe de Estado que parió a ese movimiento de la mano de un líder carismático indiscutible. El golpe en sí mismo, no podía a conducir a ninguna transformación social significativa. “Hicimos una quijotada”, “no había condiciones para triunfar”, pero era “una fase necesaria”, “abrimos un boquete en la pared”, dice Chavez en “Presidentes de Latinoamérica” (2). Seguramente, de no existir una de las dos caras de esa moneda, no existiría un movimiento nacional revolucionario que lograra ocupar años más tarde el gobierno de Venezuela.

Chavez, venezolano

Chávez, con sus formas, su fuerte histrionismo, su “poca diplomacia” es muy parecido a muchísimos venezolanos (sean de derecha, de izquierda o apáticos), así como Evo Morales se parece a los bolivianos, Merkel se parece mucho a las alemanas, pero nótese que Uribe se parece a los norteamericanos, y Sanchez de Lozada -ex presidente de Bolivia- ni siquiera hablaba bien el español, pero mucho menos hablaba el aymara. No es que parecerse a las mayorías sea necesariamente una virtud, pero sepamos nomás qué parámetros utilizamos para rechazar la personalidad e imagen presidencial.

El pueblo y los medios

El pueblo venezolano, en su gran mayoría, está con Chávez. Está fuera de duda el apoyo del pueblo, de las clases mayoritarias, a su presidente. La sociedad está fracturada, hay dos venezuelas, y como hay libertad de expresión, los medios se definen hacia alguna de las dos. Los medios de comunicación privados, no se si todos o una evidente mayoría, son golpistas. Uno prende la tele en Venezuela, y fuera de un par de canales, se ve por doquier TN a la venezolana. Por tanto, no parece estar en peligro la libertad de expresión. Más bien un izquierdista dogmáticamente ansioso por ver el paraíso sin clases, se preguntaría que espera Chávez para expropiar a todos los canales privados, y no solo a los delincuentes, siendo esto último totalmente legítimo en un sistema jurídico liberal. Cuando digo que los medios privados son golpistas, no hablamos de un gobierno que anuncia intentos de desestabilización –que también existen-. Hablamos de un protagonismo indispensable durante el fallido golpe de Estado, que en 2002, se vio obligado a  retroceder, a reponer a Chavez, cuando la oposición no supo qué hacer con lo que supo conseguir, no “supo poder”, frente a un pueblo “que pudo”, salió a las calles a defender a su presidente democráticamente elegido y refrendado reiteradas veces.

Derrota electoral 2007 y elecciones 2010

Importante es tener en cuenta la derrota de 2007, cuando amplios sectores pro-chavistas votaron en contra de una reforma constitucional que contenía profundizaciones enormes de las transformaciones hacia el socialismo, además de la reelección indefinida del presidente. Porque ya no se puede inventar que el gobierno hace fraude, y porque hay un conjunto de personas que no están dispuestas a votar todo lo que venga del oficialismo, pero sí lo que consideren positivo.

También escuchamos decir en un consejo comunal, ámbito barrial de democracia participativa: “Este año queremos ver caras nuevas, sino no se si los votamos…”.

¿Es o no es el Socialismo? ¿Qué es una revolución?

Algunas cuestiones “teóricas” (aunque no menos “prácticas”)

¿Es o no es una revolución?

Creo que una revolución es una transformación radical, es decir de raíz, es decir profunda. Hay revoluciones de todos los colores, aunque no hay que confundir “revolución”, con “golpe de estado”, como suele hacerse en la historia argentina. Los golpes de Estado son los que surgen del seno del Estado (o de algún seno, como las fuerzas armadas) y generalmente, buscan evitar los cambios más que generarlos. Aunque podría existir el caso de un golpe de estado revolucionario. Pero ese es otro tema.

Una revolución puede ser “parcial”, por ejemplo, puede haber una revolución científica, o industrial. La revolución socialista, para agregarle ideología política a la cosa, pretende en cambio ser total: económica, política, cultural, y los etcéteras que se nos ocurra. Aún así puede haber revoluciones socialistas de distintos colores o tonos, o incluso revoluciones que se digan socialistas y no lo sean, pero allí entra en juego la interpretación de…del intérprete. También las revoluciones burguesas fueron “totales”.
Algunas revoluciones son violentas e implican drásticas transformaciones, tan rápidas como la violencia que las sostuvieron, mientras que otras transformaciones, incluso en una revolución violenta, tienen que esperar mucho. Suele suceder con cuestiones culturales, éticas, con las costumbres de un pueblo, con sus cosmovisiones, que no atienden mucho a las espadas, y sus transformaciones son generacionales y nunca inmediatas. Otras revoluciones son pacíficas, más graduales y mucho más lentas, pero tienen un elemento interesante, y es que las transformaciones que podrían imponerse con la fuerza de la espada, se demoran un poco más de tiempo, sin alejarse tanto de aquellas otras transformaciones que requieren mayor tiempo de maduración. Creo que es el caso de Venezuela. Pero no se trata de juzgar desde el escritorio, ni decir que una revolución sea buena, la otra mala, aquella mejor que ésta, etc…

Chávez pretende estar haciendo una revolución junto con su pueblo, aunque un militante ecuménico de Caracas nos decía que se trata de un proceso “prerrevolucionario”. Hay que tener en cuenta la particularidad de este proceso: legal, gradual, pacífico. Algunos piensan que si el cambio es gradual no es revolucionario. Si en 5 años se termina con el analfabetismo, si en una década se termina con la exclusión en materia de salud, si en dos décadas se termina con los monopolios, si en tres décadas con el déficit habitacional, y en cincuenta años con la explotación del hombre por el hombre, entonces eso es una revolución. Que la ansiedad academicista no enceguezca al espectador. Los manuales o expertos en socialismo teórico no enseñan a hacer revoluciones, sólo pueden jugar en el plano de la utopía o arengar con megáfonos a oyentes imaginarios. Dijo Fidel Castro: Cometimos muchos errores, pero el error más grave es pensar que había alguien que sabía de socialismo, que sabía cómo se llega al socialismo.

En todo caso, se puede discutir hacia donde pueden conducir los caminos que se están abriendo. Y sin duda se juega algo de profético y de opinología, pero también de lo que se ha llamado praxis revolucionaria, compromiso del propio pueblo por su destino, y como dijo alguien que de política sabía, la única verdad es la realidad. Es decir, la historia, resultado de una configuración de fuerzas, nos dirá hacia donde va el camino, y como dice el poeta que sabe más que el profeta, el camino se hace al andar, aunque no cualquier camino conduce a cualquier lado. Al menos desde lejos, poco puede hacerse “más que esperar” para saber si Venezuela se encamina hacia una sociedad igualitaria, socialmente justa, donde el valor de lo humano y lo colectivo tenga la primacía.

También hay que tener en cuenta que una revolución puede ser derrotada. Vaya novedad. Pero en la historia, con los resultados puestos, no suele hablarse de revolución cuando se pierde. En unas décadas, si la revolución bolivariana fracasa, se dirá que el loco de Chávez decía que estaba haciendo una revolución. Si Cuba era derrotada por los yankis en Bahía de los Cochinos, o si los bolcheviques perdían la guerra civil en 1918, nada de eso le hubiera quitado el carácter previo de revolución a dichos procesos, aunque le hubiera agregado el adjetivo de “derrotada”.

Entonces, aquí el quid, se trata de observar qué, cómo, cuándo y dónde se están transformando los resortes de poder en Venezuela, en pos de la construcción de poder popular para la revolución.

Una revolución violenta, frente a una dictadura, parecía ser legítima. Pero más allá de lo que parece, es una cuestión de consenso. Los revolucionarios cubanos tenían el consenso de la mayoría de la población, más o menos pasiva, para ejercer la violencia contra los opresores. La lucha armada como vía al socialismo, y aun más allá de si es deseable, es posible cuando hay consenso para ello, cuando hay hegemonía. Y hay consenso para eso, generalmente, cuando las vías pacíficas al ejercicio de la voluntad popular están vedadas.

La lucha armada, además, permite –de ser victoriosa- una especie de “borrón y cuenta nueva” (Cuba), y la exclusión violenta de la oposición, ocupando todos los aparatos del estado y de los medios de comunicación, a través de una férrea disciplina tanto interna (al interior del movimiento) como externa (hacia la totalidad de la población). No es muy difícil que un proceso semejante conduzca a la excesiva burocratización.

Pero también favorece –si es derrotada- un retroceso mucho mayor, lógico resultado de la lucha a todo o nada. La violencia genera más violencia, y si hay consenso de parte del pueblo por la lucha armada, también habrá consenso de sectores de la población a la consigna de “acabar con la subversión”, también por medio de la violencia.

La lucha del todo o nada, donde el todo nunca es tan todo, pero la nada es ciertamente el abismo.

Socialismo del siglo XXI

En el siglo XXI los golpes de Estado parecen ser diferentes (Honduras), y también debe serlo el socialismo, parece argumentar Chávez, tratando de diferenciarse de los mal llamados “socialismos reales” del siglo XX. Hoy día, la democracia liberal-burguesa, en sus características jurídico-políticas, goza de mucho mayor prestigio que durante el siglo pasado. Eso no es negativo, porque el régimen electoral abre posibilidades interesantes que antes estaban vedadas, pues cuando el régimen le abría la puerta a la izquierda o al nacionalismo popular, el golpe de estado se la cerraba, y allí aparecía la casi inevitable vía armada al socialismo. 

Lo que hace falta es una militancia inteligente que sepa leer las posibilidades reales de ser gobierno a través del largo camino de la construcción de poder popular, o de incidir en el rumbo de las políticas cuando sus gobiernos son de corte progresista.

Allí está la revolución bolivariana, transformando la sociedad desde el “Estado burgués”, autotransformándose hacia el socialismo si hay victoria o hacia la restauración conservadora si hay derrota. Juzgar el proceso bolivariano de vacuo populismo, de falso socialismo, etc, es desconocer el carácter histórico y único de cada proceso revolucionario.

El socialismo venezolano

Claro que si el socialismo es un modo de producción distinto del capitalista, donde no exista la propiedad privada de los medios de producción, donde no haya diferencias de clase entre propietarios y trabajadores, entonces es cierto que en Venezuela no hay socialismo. Pero recordando que “el socialismo no se instaura en fecha fija” (Gramsci), hay que tener en cuenta el camino abierto. Tampoco el feudalismo dio paso al capitalismo eliminando todas sus características de un día para el otro, y de hecho cada modo de producción mantiene elementos de sus anteriores. Por otro lado, hay que volver a decir, que se está bajando del Granma o caminando en sierra maestra. El socialismo aquí (en Venezuela) es una lucha, la revolución es la lucha por la transformación, no la sociedad transformada.

Las misiones

Las misiones son lo mejor de la revolución. Generan una integración social a todo nivel. Sobre todo, salud y educación. Rápidamente se ganó la batalla contra el analfabetismo, aunque no fue rentable, y no lo dice Chavez sino la UNESCO. La misión barrio adentro llevó la salud a todos los rincones donde antes la población no conocía de médicos. Los centros de atención primaria, con su forma hexagonal y sus médicos en su mayoría cubanos, se ven por todos los barrios. Todo gratuito: estudios, radiografías, remedios, incluso las prótesis dentales, y también las operaciones que se derivan a los centros estatales especializados. Aunque no sea rentable. Gratis las operaciones de ojos, la misión milagro.

La Constitución Bolivariana

En la constitución bolivariana ya se perciben muchas de estas transformaciones, y su profundización era una propuesta de la reforma constitucional derrotada en el referéndum de 2007. Allí estaba incluida la posible reelección indefinida del presidente, lo que provocó la única derrota electoral del oficialismo en una década. Según un diputado de la asamblea nacional, fue un error político. No hacía falta esa reforma constitucional, porque todo podía hacerse con la constitución actual, incluso la reelección del presidente.

Este diputado cuenta que nunca se imaginó terminar en una bancada. Pero aceptó candidatearse cuando desde el gobierno lo llamaron anunciando que querían llenar la lista de luchadores sociales. Candidatos que no provengan de los partidos políticos y de la política tradicional. Así aceptó, solo porque eso lo “ayudaría a ayudar a más gente”, por los vínculos que abre, por el acceso a los medios de comunicación, etc, aunque estaba seguro que no podía ganar la banca, pues ocupaba un puesto lejano en la lista. Pero aquella vez la oposición se retiró patéticamente de las elecciones, y el oficialismo obtuvo casi todas las bancas. Así llegó a “lo que nunca me imaginaba que podía pasar”, terminar como diputado nacional.

Sin embargo, no sabemos cuántos son los luchadores sociales que ocupan cargos importantes. Ahora, en un consejo comunal, se escucha que “si no vemos caras nuevas, no se si los votamos”, sabiendo que este año 2010 es un año de lucha electoral, pero antes, lucha intestina para derrotar a “la derecha endógena”, los enemigos que se pintaron la cara de rojo. De hecho, el mayor obstáculo a la revolución parece ser este: diputados, alcaldes, gobernadores, funcionarios medios. Muchos, oportunistas. Otros tantos, corruptos. A todos ellos no les conviene profundizar en aquellas reformas que buscan darle al pueblo mayor protagonismo. ¡Pero esas reformas las propone el presidente! Luego son de difícil aplicación cuando los falsos socialistas dicen poder popular y hacen otra cosa. Este funcionamiento hace que desde el pueblo se vea a Chávez como “un infiltrado nuestro en el gobierno”, porque el resto del gobierno no es de confiar, sino solo en el pueblo. Solo con un verdadero poder popular, con el pueblo organizado y tomando las decisiones políticas relevantes, solo así se va alcanzar el socialismo, vencer al capitalismo. Pacientes, piensan que va a demorar “varias generaciones”. ¿Pero participa la gente en la comuna? “Es lo más difícil, pero de a poco vamos avanzando”. Pero claro, en esos barrios, también, está la delincuencia. Muchas armas largas en manos de los desesperanzados de siempre, el tentador camino de la participación en las redes del narcotráfico. ¿Desarmar o no desarmar? Desde abajo, les gustaría que sus niños puedan salir a jugar a la calle, escuchamos proponer un desarme masivo. Se discute en nuestra presencia. Un referente, el que nos llevó a visitar el consejo comunal parece advertir que “un pueblo desarmado es un pueblo indefenso”, y que hay que estar preparados para todo. El hombre de la casa, a diferencia de la mujer que hace las veces de anfitriona, no tiene un rol tan activo. Mira desde afuera, y como para no molestar, recién participa cuando la reunión parece haber terminado: expresa su disconformidad por el problema de la basura. El Estado no lo resuelve y tampoco el consejo comunal. El “vocero” del consejo, un hombre del pueblo que en sus manos lleva el cuadernillo de formación ideológica del PSUV, lo invita a la reunión del viernes, le dice que es muy importante su participación para resolver esto, “además usted tenía una propuesta de reciclado”, refuerza la invitación.

El Estado y el consejo comunal, dos instancias que expresan lo que para algunos es la convivencia de dos modelos contradictorios: el de la democracia representativa y el de la democracia directa. Que desde el Estado central se impulse la formación de los consejos no debe llevar a confundir una y otra instancia. Porque para los protagonistas del pueblo, la diferencia es clara. Chávez o quien sea que desde el Estado proponga una reforma descentralizadora, incluso que logre aprobarla, no puede garantizar su aplicación. Los mecanismos del “estado burgués” se mantienen intactos. Por eso, “sólo podemos confiar en nosotros mismos”, “Chávez solo no puede”.

Para un profesor marxista de la Universidad Bolivariana de Venezuela, el problema de Venezuela es la dualidad. En lugar de transformar el Estado, se crea un Estado paralelo. En lugar de transformar el sistema de salud, se crea un sistema de salud paralelo para los más pobres. En lugar de incluir a toda la población en el sistema educativo, y transformar los planes de estudio, se crea un sistema educativo paralelo. ¿Había otra posibilidad? Si la universidad tradicional se aferra a la autonomía universitaria para mantener su conservadurismo de casta privilegiada, crear una Universidad popular para integrar a los excluidos, no parece estar nada mal. Similares devenires vienen a cumplir las restantes “misiones”. Muchos quieren expulsar a los médicos cubanos, “si tenemos suficientes médicos en Venezuela”. ¿Pero por qué los tradicionales médicos venezolanos no quieren trabajar en los barrios?

El ritmo lento, pausado, gradual de los cambios parece desesperanzar a nuestro profesor marxista, que sin embargo sigue para adelante cuando ve el entusiasmo de sus alumnos, participando de los novedosos métodos pedagógicos que propone la UBV para el recorrido pedagógico de una carrera como derecho. Para la gente del pueblo, esto recién empieza. La democracia participativa es algo nuevo, algo a construir y a integrar. Llamar a las puertas de las casas invitando a la gente a participar de lo público es difícil en Caracas como en Buenos Aires. Pero cuando sucede, los resultados son más prometedores: Allí hay instituciones, leyes, presupuestos, mejoras reales en la calidad de vida, y la esperanza de un salto cualitativo: no sirve de nada la participación semanal en una reunión donde se discuta el presupuesto si de lunes a viernes hay que trabajar en la empresa del patrón. Por eso se están impulsando las “unidades de propiedad social”, primero mal llamadas “unidades de producción social” cuando los diputados cometieron un “error” de tipeo. “Así que cambiamos la ley, porque toda la producción es social, el problema es la propiedad de los medios de producción”.

Se trata de empresas productivas en manos del consejo comunal. Todos los integrantes del consejo serían los dueños de la empresa, aunque no todos trabajen en ella. Cada unidad junto con su consejo redactaría sus reglamentos, y al principio, “cuando todavía exista el dinero” (en eso están pensando), se pagaría por medio de salarios a los que trabajen en ella. La idea es que a largo plazo, las parroquias (“barrio” en Argentina o “comuna” en la Ciudad de Buenos Aires) sean autosuficientes. Cada consejo comunal, con sus comités (de tierra urbana, de salud, de educación…) toma sus decisiones, nombra sus “voceros” (intermediarios entre la parroquia y la municipalidad, que para el profesor tiene el problema de que esto “recrea estructuras de autoridad, a veces tan corruptas como la tradicional”), y también es dueña de las unidades productivas, ganando independencia respecto del salario del capitalista. Ese es el camino que se visualiza como posible para ir derrotando al capitalismo.

Estamos ante dos sistemas de salud, dos de educación, dos sistemas políticos (el representativo y el participativo), y ahora también, dos sistemas productivos. No se cuál es la forma más apropiada de nombrarlo. Dos sistemas, dos subsistemas, o un mismo sistema contradictorio. Lo cierto es que hay dos polos en tensión. Uno, tradicional, en transformación lenta. Otro, nuevo, de raíz socialista, desde y para los sectores populares. La revolución consiste en que gradualmente predomine la salud popular, la educación popular, la democracia participativa y la producción sin patrón por sobre el modelo médico hegemónico, la educación tradicional, la democracia burocrática y la empresa capitalista. En la compleja configuración de fuerzas que es el resultado de esa balanza, está la verdad de la arepa.

Sergio F.
Febrero de 2010


(1) Telma Luzzani (2008), Venezuela y la revolución, colección Claves para Todos, Ed. Capital Intelectual, Bs. As.
(2) Ciclo transmitido por Canal Encuentro, basado en entrevistas realizadas por Daniel Filmus.

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