Por Sergio Friedemann
El llamado de Dios o
la política como vocación
Hace pocos días, en un acto de campaña en la Ciudad de
Buenos Aires, Scioli dijo que Dios lo preparó para ser presidente y que le
mandó una señal[1].
En consonancia, afirmó que está trabajando para el cargo de jefe de estado
desde que nació[2].
Esta idea del llamado del más allá, me recordó un texto del filósofo alemán Max
Weber: La política como vocación.
La sorpresa fue que al googlear el nombre del texto, la
cuarta entrada ofrecida por el buscador era un trabajo publicado con membrete
oficial en la página web del gobierno de la provincia de Buenos Aires, escrito
por una asesora de la Jefatura de Gabinete del Gobierno de la Provincia[3].
En alemán, el vocablo Beruf
significa profesión, oficio, pero proviene del verbo rufen, llamar. Cuando Max Weber escribió Politik als Beruf, diferenció a aquellos que buscan vivir de
la política, de aquellos que viven para
la política. El ensayo bien se tradujo como La
política como vocación. La idea de vocación, muy utilizada para otros
oficios como el de los maestros, está íntimamente ligada a la de un llamado: no
sabemos bien de donde proviene nuestro interés por este oficio, pero lo llevamos
adelante con amor y sacrificio, con trabajo y compromiso. De algún lado proviene.
Lo hacemos por vocación.
Sabemos que “vocación”, junto con “trabajo” y “compromiso”,
son de las palabras más elegidas por el gobernador. ¿Dicen algo estas palabras
de su proyecto político? El problema de la idea de vocación como un llamado del
más allá, es que oculta el carácter histórico y político de la actividad. No
nos dice nada del proyecto que está detrás de la tarea que llevamos adelante y para
la cual se nos llamó.
Continuidad y cambio
Se sabe que Scioli y Massa tuvieron más de una reunión hace
dos años para evaluar los pasos a seguir en las elecciones de medio término. Cuando
Massa se lanzó como pre-candidato, con un discurso de “tercera posición”, el
kirchnerismo salió rápidamente a diferenciarse y a demostrar que el intendente
de Tigre era un exponente más de la oposición. El tigrense, por su lado, se
empeñó en mostrarse por encima de la gran querella nacional, literalmente como
aquel que puede transitar por una gran avenida mientras unos y otros van por
veredas opuestas. Lo cierto es que hay dos veredas opuestas donde muchos ya
caminan firmemente, también hay calles paralelas, gente que camina por la
calle, o están aquellos que cruzan de un lado al otro según dicte el clima, las
vidrieras u otras circunstancias. Tal vez Scioli tenía razón al evaluar que no
convenía jugar por afuera del kirchnerismo para mostrarse como la opción de
continuidad y cambio. Massa pasó rápidamente a una oposición intransigente,
pero tal vez sus caminos se vuelvan a cruzar.
El gobernador bonaerense volvió a mencionar que no está de
acuerdo con quienes dicen que todo tiene que cambiar después de 2015, e invitó
a “cuidar los logros” de los últimos diez años. Es interesante el modo que
tiene Scioli de situarse en una especie de kirchnerismo crítico de derecha,
porque al poner de interlocutor a los que, desde afuera de la alianza
oficialista, “critican todo”, está diciendo entonces que algunas cosas sí tienen
que cambiar. ¿Qué es ese algo que Scioli quiere cambiar si es presidente? ¿Qué
dice Scioli que va a hacer desde la casa rosada?
Es la economía
Axel Kicillof es
Doctor en Economía y tiene una larga trayectoria como economista, como
investigador y como profesor universitario. Es el primer Ministro de Economía
que en las últimas décadas se apersona frente a los pesos más pesados de la
economía global para enfrentarse al modelo de valorización financiero
neoliberal todavía hegemónico en el “primer mundo”. Lo acusan de marxista y de
keynesiano, y a sus casi 43 años, de ser demasiado joven. Scioli dijo
que quiere “ser el puente
entre las viejas y las nuevas generaciones que se tienen que organizar para
tomar la posta”. El discurso del “trasvasamiento generacional” de Scioli, en un
contexto en el que éste ya comenzó, es una forma de retardarlo. Todavía hace
falta un puente. Que no se apresuren poniendo a jóvenes en lugares tan relevantes.
Claro que Scioli
también se ocupa de ser fiel a su táctica electoral de permanecer dentro del
Frente para la Victoria. Según cita Página/12,
llamó a “tener cuidado y estar atentos” frente a “quienes proponen
soluciones y quieren cambiar todo”. Enseguida, sintetizó qué es lo que sí
estaba bien: la “política de derechos humanos que puso en marcha ese gran líder
que fue Néstor Kirchner” y “la lucha que está dando la Presidenta para dejar un
país desendeudado”. Quiere asumir la presidencia luego de pagar todas las
deudas. ¿Para poder luego volver a insertar al país en la economía mundial,
según reza el relato neoliberal?
Las palabras y las
cosas
Si uno lo escucha a Scioli, verá que hay palabras que se
repiten. “Vocación”, “trabajo” y “compromiso”, no dicen demasiado. Pero
“desarrollo” e “inversiones”, son vocablos que están cada vez más presentes, y dicen
mucho más de lo que se ha interpretado.
La que hace las veces de think
tank del sciolismo es la fundación DAR – Desarrollo Argentino, cuyo primer
encuentro realizado en junio pasado se denominó: “Argentina, del crecimiento al
desarrollo”. Presidido por José “Pepe” Scioli,
la fundación prevé dar un ciclo de charlas sobre diversas áreas de trabajo:
Desarrollo Social y Humano; Desarrollo Institucional y Democracia; Desarrollo
Regional, Mundial y Sostenible.[4]
En mayo, La Nación
preanunciaba su creación: “El gobernador bonaerense Daniel Scioli encargó a un
equipo de colaboradores y especialistas en distintas áreas la elaboración de
proyectos de políticas públicas, que aplicaría para impulsar "el
desarrollo de la economía" del país en caso de llegar a la Casa Rosada en
2015.”[5]
Como puede verse, la palabra “desarrollo” ocupa un lugar
predominante en el discurso del gobernador. Hasta tal punto que esta semana
dijo: “Eso es honrar las banderas del peronismo y la soberanía. El desarrollo
es el nuevo nombre de la justicia social”[6].
No hay mejor forma de traicionar una bandera que decir que se la está honrando.
¿Cómo planea impulsar Scioli el “desarrollo de la economía”?
"Tenemos que duplicar la producción minera en el norte
del país, tomando como ejemplo a Chile”[7].
Según La Nación, en el sciolismo “se
quejan” porque ven en la minería “una puerta a abrir a inversores
internacionales que ayudaría a salir de la parálisis a la economía local”.
Desde ya que la palabra “parálisis” es del matutino de Bartolomé Mitre. Pero lo
cierto es que hace unos meses Pepe Scioli estuvo en Expomin, el principal evento de la minería latinoamericana, que se
desarrolla en Santiago de Chile[8].
El hermano de Daniel dijo allí, según el diario mendocino Aconcagua que “hay una enorme expectativa por el futuro de nuestro país por parte de
las principales empresas mineras del mundo” y que Argentina “debe desarrollar de manera responsable sus recursos
minerales”. Dijo que “la
exportación minera chilena es de alrededor de 70 mil millones de dólares
anuales, mientras que la argentina ronda entre los 4 mil y 5 mil millones de la
misma moneda”. “Es una
diferencia abismal la que existe cuando ambos países comparten la misma
cordillera”[9].
Desarrollismo del
siglo XXI
Muchos analistas e historiadores han identificado un cuello
de botella en las políticas industrializadoras del primer peronismo en tanto no
pudieron alcanzar un desarrollo de la industria básica: máquinas, petróleo y
acero, necesarias para alimentar a la industria liviana. Se necesitaba de una
inversión considerable de capitales, insuficientes en nuestro país, mientras
que el ingreso de divisas continuó dependiendo de la exportación de productos
primarios, concentrados en pocas manos. Cuando los terratenientes decidieron
dejar de producir todo lo que podían, el IAPI perdió efectividad como modo de
regular por parte del Estado el flujo de divisas hacia la industrialización sustitutiva.
Por esos motivos, muchos estudiosos interpretaron que la única manera de
continuar industrializando el país sin abandonar la bandera de la justicia social,
era llevando adelante transformaciones revolucionarias de la estructura
productiva, incluyendo una reforma agraria.
Nada de eso sucedió, y las propuestas que ganaron terreno
fueron aquellas que evaluaron que para lograr la industrialización pesada y
llevar al país al desarrollo, lo que hacían falta eran grandes inversiones de
capital, sin importar de dónde provinieran. Si estas no se encontraban en
nuestro suelo, había que buscar inversiones extranjeras. Las empresas multinacionales
se instalaron en nuestro país, pero el desarrollo no avanzó. Los capitales así
como llegaron, se fueron en forma de ganancias, y el resultado del
desarrollismo frondicista fue una economía subdesarrollada, pero mucho más
extranjerizada, acentuando la fuga de capitales.
Como Frondizi con el petróleo, Scioli apunta fuertemente a
la minería. Propone seducir a inversores extranjeros para aumentar la
producción minera e impulsar el desarrollo de la economía a partir de la
industria extractiva, favoreciendo al mismo tiempo a los exportadores de
productos primarios bajando las retenciones[10].
Es cierto que el kirchnerismo también ha sobreestimado las posibilidades de
perpetuar un modelo de inclusión social basado en la exportación de productos
primarios, de la que depende en buena medida para mantener el flujo de divisas,
pero ha demostrado también el privilegiar la inclusión social y las políticas “contracíclicas”,
no “recomendadas” por los organismos multilaterales de crédito, y se ha
enfrentado así a los condicionamientos que el capital financiero impone para
tocar las puertas de un país dependiente. Así, cuando la restricción externa se
manifestó con fuerza, los grandes lineamientos del proyecto político-económico
no se modificaron, aunque la economía se frenó. En este momento, una nueva
moratoria que según ANSES aspira a incorporar medio millón de jubilados[11],
así como el plan PROGRESAR, y el PROCREAUTO, son tres ejemplos que vuelven a
privilegiar la inyección de demanda para reactivar la producción, en lugar de
abrir el mercado externo poniendo en riesgo los puestos de trabajo creados en
la última década.
Al decir que “el desarrollo es el nuevo nombre de la
justicia social”[12], Scioli
ya se empieza a diferenciar del proyecto económico y social del gobierno
nacional. Desarrollo y justicia social son dos aspectos totalmente diferentes
que pueden presentarse juntos o separados. Muchas veces en la historia
argentina se ha impulsado el desarrollo sin atender a una distribución
progresiva de la riqueza que ese desarrollo genera. El sciolismo ha mencionado
varias veces la necesidad de bajar las retenciones, insistiendo ahora en que la
entrada de divisas podría aumentarse con mayor producción minera. Repite
incesantemente que lo que necesita el país es el ingreso de inversiones
extranjeras, pero sin decir palabra acerca de los condicionamientos que los
capitales extranjeros globalizados imponen como requisitos para
entrar al país. Para empezar a hablar, exigen la posibilidad de liquidar en el
extranjero la totalidad de las ganancias. En una frase sorprendentemente
antiperonista, Scioli dijo en Radio Mitre:
“Necesitamos más inversiones. Esto se logra
seduciendo al capital, no combatiendo al capital”[13].
En el contexto de disputa con los “fondos buitre”, su afirmación no deja
demasiadas dudas sobre el lugar que quiere ocupar. El que avisa no traiciona.
Agosto 2014
[1] http://www.clarin.com/politica/Scioli-arranco-campana-aseguro-Dios_0_1192080824.html
[2] http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-252780-2014-08-12.html
[3] http://www.gob.gba.gov.ar/portal/subsecretarias/relacionescyc/fortalecimiento/descargas/Max%20Weber.pdf
[6]
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-252780-2014-08-12.html
[8] http://www.expomin.cl/
[10] http://www.lanacion.com.ar/1680218-un-ministro-de-scioli-pidio-bajar-las-retenciones-al-trigo
[11]http://www.telam.com.ar/notas/201407/70725-bossio-preve-la-rapida-sancion-de-la-moratoria-previsional.html
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